La abundancia, la escasez y la relevancia

Hace unos dí­as he terminado de leer The Curve, un libro que sospecho que estará en los listados de mejores libros de negocio digital de 2013 y que abarca varios temas pero se centra especialmente en lo referente a los fans, la cultura y la importancia de encontrar una propuesta de valor en un mundo digital que tiende a lo gratuito.

Las redes de blogs, los agregadores de contenido, siguen sin preocuparse demasiado por la calidad y en muchos casos la prioridad sigue siendo un modelo de ‘granja de contenidos y de redactores’, donde prima hacer un artí­culo corriendo (aunque sea de tres párrafos y con una calidad de redacción mejorable) con tal de empezar a ser indexado por Google para la gente que busca el último producto de Apple o un artí­culo sin ningún interés sobre el último Doodle de Google para captar tráfico enlazado desde el propio buscador. Alguna alternativa que se ha salido un poco del redil como The Deck para poder contar con impactos más o menos segmentados y de calidad a nivel publicitario ha quedado como una anécdota más que como una alternativa.

Cada dos dí­as creamos el mismo volumen de información que habí­a desde el inicio de la humanidad hasta 2003.

Eric Schmidt, CEO de Google, en 2010.

Como sociedad hemos llegado a generar tal cantidad de información, charlas y eventos hasta el punto de que consideramos al más relevante sobre una temática concreta no al que más sabe, como puede pensarse lógico, sino al que más cantidad de material ha generado una y otra vez en uno y otro sitio, sin tener en cuenta si sabe o no al respecto: es decir, hemos empezado a primar la cantidad frente a la calidad. Aunque algunos parezcan querer olvidarlo, yo sigo pensando en que tarde o temprano ciertas cosas ilógicas terminan cayendo por su propio peso. Aunque el crecimiento imparable de las charlas de TED en cantidad -y su bajada imparable en calidad- parezca afirmar lo contrario.

No uso What’s App (y ya no hablo de Line o similares) desde hace ya más de un año, ya lo sabéis algunos. No creo que precisamente yo pueda ser tachado de neoludita, sino que creo que al igual que con el e-mail y otras herramientas, nadie nos ha enseñado a usar bien este tipo de aplicaciones y, en este caso, las usamos con la intención de obtener una respuesta instantánea de la otra persona y nos enfadamos si no es así­. Creo que esto no sucede tanto en otros casos de nuevos servicios de mensajerí­a como los mensajes de Facebook o los mensajes directos de Twitter, que son más similares al e-mail y más distintos a What’s App o Line. Apenas tengo notificaciones y aplicaciones instaladas en mi iPhone porque creo que nos terminan por dejar a la merced de la notificación y de lo urgente, pero no de lo importante.

Creo que, con tanta cantidad de material y datos, la búsqueda de lo importante cobra más relevancia que nunca:

¿Cómo ser relevante en un mundo donde ya tenemos todo? (¿buscando nuevas necesidades?)

¿Cómo querer ser un experto en algo que ya está saturado?(¿por qué ser el quinto mejor periodista sobre startups cuando puedes ser el mejor periodista sobre startups españolas?)

Creo que todo aquel que consiga separar el grano de la paja seguirá teniendo la existencia garantizada por una temporada.

El lujo de trabajar y vivir libre

El triunfo con letras mayúsculas es, en muchas ocasiones, irónicamente, una forma de fracaso, pues comporta demasiadas obligaciones añadidas, demasiados comportamientos artificiales a tu alrededor y, lo peor de todo, demasiados odios sordos y gratuitos que pueden acabar machacándote. Una lata.

Entrevista de 2005 en El Paí­s a Jacobo Siruela, rescatada de casualidad hoy en Twitter.