Me sucedió la semana pasada en Pontevedra: fuimos a tomar algo a uno de mis bares favoritos, el Saudade, mítico porque lo regenta una familia de toda la vida y las raciones están realmente buenas.
Entramos y descubrí que había personas distintas atendiendo el bar después de muchos años, pero no le dí la mayor importancia, hasta que pedimos y tuvimos la siguiente conversación: