El sedimento

«Esto es un ámbito donde uno no escribe un principio que tiene vigencia durante doscientos años. Esto no es un ámbito donde uno pinta un cuadro que será admirado por años, o construye una iglesia que será admirada durante siglos. No. Esto es un ámbito donde uno hace su trabajo y en diez años estará obsoleto y probablemente ni siquiera sea usable en veinte. En realidad es como el sedimento de las rocas. Tú estás construyendo una montaña a la que contribuyes con tu pequeña capa de roca sedimentaria para hacer la montaña mucho más grande. Pero nadie en la superficie, a no ser que tenga una visión de rayos X, verá tu sedimento. Aunque la montaña se soporte en esa capa. Solo será apreciada por ese raro geólogo.»

Steve Jobs, en 1994.

Vivimos en un mundo al minuto, donde las audiencias crecen y crecen y los medios mutan, donde la tecnologí­a cambia a la economí­a hasta el punto de que como sociedad ignoramos hacia dónde estamos yendo.

Una parte de las empresas y proyectos que crecen en medio de esta crisis, como el caso de Pepephone o eldiario.es, Infolibre, en menor medida, son empresas que son conscientes de que tienen un crecimiento lento, menor que el de otras empresas, derivado de no buscar riesgo ni un gran beneficio cortoplacista, sino una visión, transversal a todos sus productos, que se va moldeando poco a poco como el trabajo de un artesano.

Hemos roto como sociedad el ví­nculo que existí­a entre calidad y conocimiento: en el momento en el que no existen filtros y cualquiera puede tener sus cinco minutos de gloria en Youtube tenemos más acceso a la información. La cuestión es si es de calidad. Hemos conseguido que decir poco sea lo raro.

Creo que desde el momento en el cual para ganar más dinero tienes que conseguir más impresiones y por tanto publicar con más frecuencia tienes un problema. Porque, de esta manera, lo que estamos creando son máquinas de crear contenido, independientemente de si es de calidad o no: en el momento en el que robots pueden crear noticias automáticamente y con sentido semántico (ejemplo uno, ejemplo dos, ejemplo tres), tu propuesta de valor tiene que ser otra. ¿Cuál? Probablemente poner el foco en la calidad, en los nichos de mercado y en volver a las raí­ces: reportajes elaborados mediante crowdfunding, gente que decide pagar y exigir un reportaje sobre algo concreto. O, por ejemplo, cómo articular tu propuesta de valor en torno al conocimiento cuando hay increí­bles cursos gratuitos en Internet o charlas de auténticos expertos. Y, aún con ello, existirán más y mejores oportunidades. Simplemente serán otras nuevas.

Creo que marcas como ING Direct triunfan hoy en dí­a porque tienen una visión a largo plazo muy clara de quién es su público, lo que le gusta y cómo se lo dan. No tengo ni idea de si ellos son mejores o peores que su competencia, si son más o menos éticos que otros, pero sin duda sé que tienen muy claro lo que quieren y lo que dan a cambio. Y, los resultados ahí­ están, con el mejor ejemplo de «si algo funciona te copiarán» como el caso EVO Banco, que por cierto fue gestionado hasta hace apenas un mes por antiguos responsables de ING Direct en España.

La Bolsa ha hecho mucho daño. No se puede pensar solo en el corto plazo, en el beneficio trimestral porque la Bolsa te obliga, como hacen muchas multinacionales que se están autoengañando y engañando a sus accionistas haciéndoles creer que ganan más de lo que de verdad ganan. La fortaleza de las empresas se demuestra cuando crean productos que servirán para el futuro, para el largo plazo.

Luis Bassat, en una entrevista.

El momento en el que tenemos, a un vistazo, lo que más le interesa ahora mismo a más de 20 millones de españoles nos da una idea del control de la información y su búsqueda que estamos haciendo, con nuestros usos y nuestros hábitos. Nadie nos ha obligado a nada, en absoluto.

«Empezamos a confundir conveniencia con alegrí­a, abundancia con elección». Y no lo digo, yo lo dice Apple, en una de las mejores expresiones de la identidad corporativa de una empresa que he visto nunca:

Todos usamos productos porque nos identifican con los valores que transmiten: en el caso de Apple yo aprecio que valoren el minimalismo y la sencillez en todo lo que hacen, aprecio que dediquen tiempo y esfuerzo a elaborar un producto de calidad aunque éso suponga un alto precio a pagar y aprecio que «digan mil veces no para cada sí­», porque éso es la esencia del enfoque. Y porque aunque Apple vaya a otra velocidad distinta a la del mercado, estoy seguro que seguirán haciendo productos que mantengan esos mismos criterios. En un mundo en el que el 61% del tráfico de internet es de robots, si echas un vistazo al increí­ble tiempo y esfuerzo gastado en prototipos y personas crear un producto como el iPhone te das cuenta de lo importante de tener una visión propia e independiente a largo plazo de qué es lo correcto, de cómo se forma una montaña.

Cuanto más conozco las montañas más aprecio el sedimento, lo cual no implica en absoluto un discurso ludita en contra de la tecnologí­a, sino en un uso razonable de la tecnologí­a, que implica cierta visión a largo plazo y, sobre todo, foco.

Foco en una visión a largo plazo, en una idea pulida y mejorada a lo largo del tiempo para poder conseguir algo de calidad. Foco en tener que decir ‘no’ a muchas cosas (no a opciones cortoplacistas, no a pensar qué pide el mercado sino si es lo mejor que se puede aportar al mercado, no a tener un criterio que marquen otros), para así­ poder decir que sí­ a otras.

La abundancia, la escasez y la relevancia

Hace unos dí­as he terminado de leer The Curve, un libro que sospecho que estará en los listados de mejores libros de negocio digital de 2013 y que abarca varios temas pero se centra especialmente en lo referente a los fans, la cultura y la importancia de encontrar una propuesta de valor en un mundo digital que tiende a lo gratuito.

Las redes de blogs, los agregadores de contenido, siguen sin preocuparse demasiado por la calidad y en muchos casos la prioridad sigue siendo un modelo de ‘granja de contenidos y de redactores’, donde prima hacer un artí­culo corriendo (aunque sea de tres párrafos y con una calidad de redacción mejorable) con tal de empezar a ser indexado por Google para la gente que busca el último producto de Apple o un artí­culo sin ningún interés sobre el último Doodle de Google para captar tráfico enlazado desde el propio buscador. Alguna alternativa que se ha salido un poco del redil como The Deck para poder contar con impactos más o menos segmentados y de calidad a nivel publicitario ha quedado como una anécdota más que como una alternativa.

Cada dos dí­as creamos el mismo volumen de información que habí­a desde el inicio de la humanidad hasta 2003.

Eric Schmidt, CEO de Google, en 2010.

Como sociedad hemos llegado a generar tal cantidad de información, charlas y eventos hasta el punto de que consideramos al más relevante sobre una temática concreta no al que más sabe, como puede pensarse lógico, sino al que más cantidad de material ha generado una y otra vez en uno y otro sitio, sin tener en cuenta si sabe o no al respecto: es decir, hemos empezado a primar la cantidad frente a la calidad. Aunque algunos parezcan querer olvidarlo, yo sigo pensando en que tarde o temprano ciertas cosas ilógicas terminan cayendo por su propio peso. Aunque el crecimiento imparable de las charlas de TED en cantidad -y su bajada imparable en calidad- parezca afirmar lo contrario.

No uso What’s App (y ya no hablo de Line o similares) desde hace ya más de un año, ya lo sabéis algunos. No creo que precisamente yo pueda ser tachado de neoludita, sino que creo que al igual que con el e-mail y otras herramientas, nadie nos ha enseñado a usar bien este tipo de aplicaciones y, en este caso, las usamos con la intención de obtener una respuesta instantánea de la otra persona y nos enfadamos si no es así­. Creo que esto no sucede tanto en otros casos de nuevos servicios de mensajerí­a como los mensajes de Facebook o los mensajes directos de Twitter, que son más similares al e-mail y más distintos a What’s App o Line. Apenas tengo notificaciones y aplicaciones instaladas en mi iPhone porque creo que nos terminan por dejar a la merced de la notificación y de lo urgente, pero no de lo importante.

Creo que, con tanta cantidad de material y datos, la búsqueda de lo importante cobra más relevancia que nunca:

¿Cómo ser relevante en un mundo donde ya tenemos todo? (¿buscando nuevas necesidades?)

¿Cómo querer ser un experto en algo que ya está saturado?(¿por qué ser el quinto mejor periodista sobre startups cuando puedes ser el mejor periodista sobre startups españolas?)

Creo que todo aquel que consiga separar el grano de la paja seguirá teniendo la existencia garantizada por una temporada.

Nos vamos a los extremos

íšltimamente tengo una idea en la cabeza que no deja de rondarme, y no sé muy bien qué es, así­ que para éso tengo un blog y os la cuento. No sé si por culpa de internet, de la crisis o de la evolución en general de las cosas, creo que nos estamos yendo a los extremos, me explico:

  • En cuanto a la sociedad, la clase media es cada vez menos media, y en éso estamos bastantes de acuerdo. Supongo que culpa de la «crisis«.
  • En el mercado de los discos Sony cierra fábricas mientras los vinilos han resucitado en 2010. El mercado discográfico y gran parte del cultural se ha ido hacia los extremos: o te gustan los vinilos y las ediciones cuidadas o te gusta la música en MP3, que normalmente te bajas.

Apuesto a que hay miles y miles de ejemplos de estas cosas. No sé si son extremos o simplemente es, una vez más, la long tail que todo lo termina abarcando, con miles de consumidores cada vez más distintos entre si. ¿Cómo lo véis vosotros? ¿Encontráis más casos?

El ayer es el nuevo mañana

Hola. Tengo la sensación de que tení­a un poco abandonado este blog, y es que han pasado algunas cosas en todo este tiempo, especialmente que tengo un blog personal «más personal» hecho en Tumblr donde limito a dar rienda suelta a mi ego, porque hay gente que quiere saber de mí­ y ya no sabe dónde leer lo que me pasa a diario en mi vida. Pues ahí­. Lo que pienso sobre el mundo: aquí­.

Y querí­a comentar algo que me tiene un poco preocupado últimamente: la visión cortoplacista en la que estamos instalados. hablo en primer persona del plural porque creo que estamos todos en ello. Todos, no hablo especí­ficamente de mi trabajo: hablo de la clase polí­tica, la empresarial, la sindical…

Creo que de repente me siento parte de una generación que tendrá que pagar una hipoteca a unos bancos que están siendo ayudados por unos impuestos que pagamos todos sin habernos preguntado. En serio, es surrealista. Dos visiones sobre ésto; la primera de Iñaki Gabilondo, que anda meditando la retirada:

Durante su discurso, Gabilondo ha arremetido contra las «realidades financieras» que están «imponiendo doctrinas» y «doblegando la voluntad popular» a las democracias, y ha criticado las medidas contra la crisis económica que se están poniendo en marcha en Europa como si fueran «técnicamente inexorables» cuando, a su juicio, se trata de «ideologí­a pura».

La otra reflexión es de mi hermana Irene:

En fin, el caso es que de una forma u otra, nuestros amigos los polí­ticos de hoy nos lo repiten una y otra vez: hay que apretarse el cinturón. Y por eso te vas a tener que jubilar a los 67, pringadillo, y tenemos que quitarte la beca de guarderí­a, se acabaron las prestaciones sociales, nos vamos a cepillar la ayuda al desarrollo, nos cargamos el ministerio de igualdad, y quién sabe qué más. En ello están estos dí­as, discutiendo hasta que agujero nos apretarán el cinturón, mientras discuten los Presupuestos Generales para 2011.

El proyecto presentado por el Gobierno incluye una serie de gastos imprescindibles en estos momentos: 50 millones para el parque móvil ministerial, otros 50 para comprar 770 flamantes misiles IRIS-T, o 135 para compensar a las pobres concesionarias de autopistas por unos «sobrecostes» indeterminados en las expropiaciones. Y estas cosillas son sólo un ejemplo.

Pero tranquilas, tranquilos: tenemos a la oposición para corregir estas aberraciones. De entre las 3.005 enmiendas, ni más ni menos, presentadas al proyecto del Gobierno, voy a resaltar hoy algunas de las del Partido Popular, en particular 3 que solicitan extender los beneficios fiscales aplicables a la celebración de diversos acontecimientos de excepcional interés público (sic): «Caravaca Jubilar 2010″³, la «Salida de la Vuelta al Mundo a Vela-Volvo Ocean Race, Alicante 2011″³ y el «2014 Año de la Dieta Mediterránea».

Así­ va la cosa. Y lo peor es que ni siquiera hay una alternativa: la oposición no parece mejor y en este mundo de mediocridades nos encontramos instalados. íšltimamente no hago más que encontrar faltas de ortografí­a en rótulos de las noticias, en periódicos… y me imagino esos ambientes de trabajo, inundados por la mediocridad y quizá la rutina. Por cierto, hay una empresa llamada Apple, que creo valora otro tipo de cosas y ya vale tanto como Telefónica, Santander, BBVA, Inditex, Iberdrola y Repsol juntas. Tomemos nota, que algo harán bien.

Y de entre toda esa mediocridad es casi obvio que destaque lo mí­nimamente bueno, como el Barí§a de Guardiola. Yo ya termino, pidiéndoos un favor. Que leáis un artí­culo de Raúl Hernández llamado Un proyecto de 20 años, en el que dice cosas como:

No pude por menos, mientras escuchaba a Guardiola, que pensar en España como paí­s. Inmersos en una crisis de caballo, respecto a la que ya dije hace tiempo (va para dos años) que era enormemente pesimista. Vemos como los polí­ticos se dan por satisfechos (¡manda narices!) con aplicar parches cortoplacistas («a ver si hay suerte»), echar la culpa a los de afuera, cuando no directamente se lavan las manos. Eso los que gobiernan, mientras los otros se frotan las manos esperando a ver cómo caen los rivales como fruta madura para así­ subirse a la poltrona sin aportar nada valioso. Y, con este panorama, aún se quejan de que «no hay confianza en España». ¿Pero qué confianza va a haber? ¿Alguien ha dicho, se ha parado a pensar si quiera, qué idea de España quieren poner en marcha, qué proyecto de paí­s queremos para dentro de 30 años, qué «hoja de ruta» vamos a seguir, a dónde va a apuntar nuestra brújula? Sin eso… ¿qué medidas se van a tomar? Pues las que estamos viendo: reformas superficiales, hechas deprisa y corriendo, un dí­a en un sentido y al dí­a siguiente en sentido contrario… de las que encima se esperan resultados milagrosos. Vamos dando palos de ciego. Así­, ¿qué confianza vamos a generar?

Un proyecto de paí­s. Una idea que poner a germinar. La conciencia de que el corto plazo probablemente no tiene arreglo, que los esfuerzos que hagamos ahora empezarán a dar sus frutos dentro de unos años. Pero si al menos somos capaces de transmitir, tanto al exterior como a nosotros mismos, que tenemos un plan, una estrategia, que sabemos a dónde vamos… empezaremos a dar pasos sensatos, coordinados, orientados. Y la confianza empezará a fluir.

Una vez más me quito el sombrero ante tus artí­culos, Consultor Anónimo.