Deberíamos renunciar al algoritmo que nos ha reblandecido las cervicales y el cerebro. Dejar de usar las redes para entretenernos con la deriva y el espectáculo de la indignación. Entrenar la navegación consciente y deliberada. Recordar los lugares que nos sirvieron en un pasado y agradecérselo regresando. Apuntar los nombres de quienes admiramos por cómo escriben, analizan, fotografían, reportean o hacen streaming y seguirlos a lo largo de los años allá donde estén. Descubrir voces nuevas. Hacer caso a sus recomendaciones. Cuidar de nuestros marcadores como de un jardín. Tener podcasts y boletines favoritos. Ver qué se dice fuera. Pensar, en suma, a qué es importante dedicar los siguientes minutos: ¿quizá a entender cómo ha cambiado en las últimas décadas el mapa de Israel y Palestina?
Navegar mejor, por Delia Rodríguez.