En los años 80, Kamei Shuji, joven inversor de bolsa con un espléndido futuro por delante, alcanzó la cota de trabajar hasta 90 horas por semana. De pronto, se convirtió en un referente para el resto de compañeros, y sus jefes trataron de rentabilizar su gesta promoviéndole en presentaciones y seminarios, que se añadían a su ya larga jornada laboral. En ellos, Kamei trataba de mostrar a sus compañeros cómo organizarse el tiempo para lograr ese grado de dedicación sobrehumana. En 1989 estalló en Japón una burbuja económica que le llevó a incrementar su entrega a la empresa. Pocos meses después murió de un ataque cardíaco. Tenía 26 años.
Elogio de la lentitud, de Carl Honoré.
Mi recomendación para el Día del Libro 2010.