La noche en la que Iniesta se hizo mayor

Hay instantes de la vida de uno en la que por casualidad encuentra un recuerdo del pasado que le pone los pelos de punta: una fotografí­a de la infancia que no recordaba, alguna carta de amor…

Esta tarde de casualidad volví­ a ver el gol de Andrés Iniesta al Chelsea, en las Semifinales de la Copa de Europa este año.

Si Los Planetas escribieron «La Copa de Europa» en homenaje a la agoní­a que medio mundo culé vivió en el 92 mientras el balón se separaba de las piernas de Koeman camino de la porterí­a y dándole al Barí§a su primera Copa de Europa, el gol de Iniesta es similar, estoy seguro que marcará a una generación.

Porque, aunque no te guste el fútbol, algo así­ hay que vivirlo y entender el contexto: un equipo que jugaba como los ángeles, después de una temporada extraordinaria y que se topó con un juego brusco, tosco y marrullero que practicaba el Chelsea, hasta que en el descuento del partido, en el minuto 47, Andrés Iniesta apretó el botón mágico, entrando a formar parte de la historia de un club.

Recordar aquella noche, aquel momento, aquel grito que era más que un grito de liberación: era un grito de rabia contenida y de satisfacción porque lo peor seguramente habí­a pasado (como luego se comprobó, la final fue mucho más sencilla).

Al final, más tarde o más temprano, siempre ganan los buenos: «El Dios del Fútbol acaba de bajar a Stanford Bridge, porque la mezquindad no se puede pagar».