Andan los días revueltos con varios temas sobre la identificación de gente en la red, aunque empezaré poco a poco con todo lo que quiero contar.
Ayer fue el juicio a Julio Alonso, mi «jefe» en Weblogs SL contra la SGAE por el artículo famoso de su blog (más información en Público o en El País).
Y pese a que había esperanzas, los jueces en este país siguen sin entender cómo funciona internet, cómo funcionan los blogs y cómo funcionan sus comentarios, escritos por otras personas que no sean el dueño de la bitácora, que no se responsabiliza de los comentarios vertidos en ella. Es un tema del que ha escrito este excelente artículo Ricardo Galli, el fundador de Menéame.
Esto viene también a raíz de otra noticia: La Eurocámara sienta las bases para regular los blogs, más concretamente a sus escritores.
Leí en un comentario al artículo en Público de Julio Alonso que «las cartas a los periódicos vienen firmadas por alguien y un blog no, se debería identificar a los bloggers». Bien, pongámonos en situación: todos los blogs abiertos son identificados, con un autor detrás conocido… ¿y si alguien abre una simple página y critica algo, qué hacemos? No es un blog, ¿lo identificamos? ¿pedimos que se identifiquen también todos los usuarios de Internet?
Claro, porque aunque intentemos identificar lo que hace todo el mundo, podríamos seguir hasta intentar identificar al que nos puede dejar una carta anónima en nuestro buzón de correos en el portal de nuestra casa, es una espiral en la que no es conveniente meterse, Internet siempre ha sido libre y no es bueno ir a por ella, que ya no son muchos los sitios donde la podemos disfrutar.