2018, en esto creo

Me encantan las revistas. Y, pese a la llegada de Instagram e internet en general, creo que siguen teniendo sentido. En Esquire hay una sección que me gusta bastante y se llama «En esto creo», donde a vuelapluma varias personas cuentan cosas que les interesan. Y, como en la oficina somos fans de Esquire,  me apetecía hacer mi versión particular de cosas que me han llamado la atención este año que se termina.

En 2018 el mundo se ha vuelto un sitio un poco más complicado. Que se lo pregunten a Meng Hongwei o a Jamal Khashoggi. Malos tiempos para la lírica.

Por ello, es momento de abrazar más fuerte que nunca cualquier cosa que esté enfrente del odio. El último disco de Spiritualized es para mí el disco del año, lo he regalado un par de veces y me parece un inolvidable canto al estar vivo (Jason Pierce ha sobrevivido a décadas de drogas tocando en Spacemen 3, medio hígado que no funciona y dos paradas cardiorespiratorias, como para no estarlo) y al amor, en general. 2019 será un año electoral: nada sería más maravilloso que los que fomentan y ganan con el odio tengan unas cuantas derrotas. Por cierto, mi libro del año es «Los asquerosos», de Santiago Lorenzo.

Creo en la gente que me encuentro en cines independientes, librerías o tiendas de discos. Esa gente, increíblemente educada y abocada a la militancia cultural de subsistencia, es la que mantiene cines como los Golem o los Renoir. Alabada sea esa gente.

Hay que emplear más tiempo en cosas que nos hagan más felices. Y la columna «Cosas que me hicieron feliz esta semana» de Javier Aznar en Vanity Fair se ha convertido en imprescindible en los domingos de este eternamente curioso que escribe y recomienda.

Hay vidas maravillosas que nadie cuenta. Boris I de Andorra, Isabel Barreto, Javier Ochoa, Emmy Noether, Mónico Sánchez, Delia DerbyshireGabriel Lluelles, nuestro Dieter Rams particular.

Es increíble cómo el nivel de la restauración en Madrid sigue subiendo. Me interesan sobre todo sitios a los que podemos ir el común de los mortales y que le ponen un cariño tremendo al producto y al servicio. Me ha sorprendido mucho Misión Café, me sigue sorprendiendo Salmon Guru en el año de su consolidación y me fascina que Santa Eulalia se llene y tenga cola para desayunar. Hay mucho nivel.

Creo más que nunca en la variedad como ingrediente clave para el éxito. Variedad de sexos, de razas, de culturas al fin y al cabo. Este artículo del NYT sobre Silicon Valley publicado en octubre se podría aplicar a demasiados lugares.

También creo más que nunca en el futuro de las marcas como concepto estratégico. Con un mundo repleto de asistentes de voz y experiencias transparentes sigo creyendo que la clave está en generar conocimiento y reconocimiento de marca. Los tiros van más o menos por ahí.

Creo en las marcas que no solo dicen que cuidan sino que cuidan las experiencias. Hace poco escribía el tercer correo en dos meses a la District Manager de mi cadena favorita de cafeterías para recordarle que nunca llegué a recibir ni el primer ni el segundo intento de cupón descuento para resarcirme de una mala experiencia. La semana pasada llamé a Atención al cliente de la marca de café en cápsulas que consumo en casa porque me enviaron 6 paquetes y me cobraron 7. Sigo esperando que el departamento de Calidad al que mandaron mi caso me diga algo. Empiezo a considerar que, una vez hechas las cuentas, a nadie le parezca que la satisfacción plena del usuario sea relevante en la cuenta de resultados.

Creo cada vez más en la coherencia y en la consistencia. Alguien que trabaja creando marcas me dijo este año: «infravaloramos muy a menudo la importancia de la coherencia y la consistencia en marcas y experiencias». Desde aquel día lo tengo grabado a fuego.

Creo que el marketing como disciplina ha perdido atractivo. ¿O qué es acaso el «growth hacking» sino una nueva manera de llamar al marketing, encajando un potencial producto o servicio en el mercado y haciéndole vender más?

Creo en la creatividad y en la intuición como clavos a los que agarrarse en un futuro cada vez más automatizado. Como dijo Toni Segarra: «hay que confiar en la intuición, pero de la gente que tiene buena intuición«.

Creo que una compañía es tan valiosa como el valor que le da a los intangibles. ¿Un ejemplo? Su cultura corporativa.

Creo que China como manera de entender el mundo es algo que sigue resultándonos complicado a los occidentales. Desde los trenes a su tecnología pasando por los cabreros, China es difícilmente entendible con nuestra manera de ver el mundo.

Creo en un internet mucho más distribuído. Creo en Wallapop, en ¡La Colmena que dice sí! o en Blablacar. 2018 fue el año en el que borré Glovo de mi teléfono y me di de baja de Amazon Prime; todos podemos ser un poco más exigentes a la hora de elegir el sitio donde gastar nuestro dinero. Si no lo has hecho, lee ya «Throwing rocks at the Google bus«, de Douglas Rushkoff.

Creo que la generación que nació a partir de los 2.000 nos va a dar unas cuantas sorpresas. Beben muchísimo menos y, aparentemente, son aburridos. Las consecuencias de todo esto están por descubrir.

Creo en el largo plazo más que nunca.  Creo cada vez menos en los «fuegos artificiales» y más en pequeños cambios incrementales pero constantes a lo largo del tiempo, un poco al estilo de la filosofía kaizen. Al fin y al cabo el ser humano siempre será igual.

PD: tengo una playlist de Spotify con buenas canciones/discos bajo mi criterio que han salido a la luz en 2018. Que la disfrutes.