¿Por qué una marca miente?

A veces una marca termina mintiendo: a veces es muy sutil, a veces simplemente es una manera de «visualizar la cosas» y alguien de la marca te dirá que no es una mentira, es simplemente «una visualización algo distinta de las cosas» o «un punto de vista distinto, pero no mentira».

Mentir es de las peores cosas que le puede suceder a una marca. Así­ lo creo, porque el consumidor es cada vez más y más inteligente y sabe que, cuando detecta una mentira, algo se cae en la relación con esa marca, se introduce una sospecha siempre, no es una relación de confianza al 100%. Como en cualquier relación.

Cuando llega una crisis (de consumo, de ventas, de confianza o de lo que sea) la marca se pregunta extrañada qué ha podido pasar, hace mil y una investigaciones que resultan no servir para nada y sigue viviendo en un mundo paralelo donde todas sus promociones son imbatibles y el cliente deberí­a jurar fidelidad eterna. Pero sucede que todo suma y todo se queda en la mente, pues además el mentir se queda presente en el ADN de cualquier empresa, es parte de cualquier polí­tica o actuación. Siempre se intenta «mentir».

Creo que es saludable salir de nuestra burbuja, de ese cí­rculo habitual en el que trabajamos o con el que hablamos a diario y ponernos en la piel del usuario, del cliente, del consumidor, y pensar si realmente todo lo que se le ha dado era honesto y coherente con un mensaje de marca que apuesta por unos valores supuestamente positivos.

Restablecer la confianza entre dos entidades es una de las cosas más difí­ciles que existe en el mundo. Y si no que se lo digan a cualquier macroeconomista.