Lo que todos entendieron como un gazapo de la presidenta acabó cobrando tintes sospechosos cuando, tras unos aplausos, Rojo retomó la palabra para pedir que nadie abandonara el hemiciclo sin antes oír y entonar el «himno nacional». Y en eso empezaron a sonar los rumorosos de Pondal en su versión íntegra, no como ocurrió en la edición mutilada del 2005.
«¿Lo ves? -dijo con ironía un diputado del PP de A Coruña-, no tardamos ni dos minutos en crear un himno nacional y solucionar uno de los grandes problemas que tenían los gallegos». Otros responsables del PP pusieron un empeño desmedido en rizar el rizo y explicar que el «himno nacional» evocado por Pilar Rojo aludía al «himno de la nacionalidad histórica». Es decir, que aludía en realidad al «himno de Galicia».
Pero el lapsus identitario, aparte de animar una sesión constitutiva que transcurrió en medio de una enorme expectación, le sirvió de chance al grupo del Bloque para empezar a hacer oposición. Su portavoz, Carlos Aymerich, consideró un «bo precedente» que Rojo llamara a cantar el himno y que sus señorías corearan el gallego. Para el BNG es un buen comienzo que la presidenta se refiera a Galicia «como unha nación». La propia Rojo sacó hierro al asunto y dijo que si en realidad habló de himno nacional, lo que se demuestra es que «mando muy poco», porque no pusieron el español.
El PP revive la nazón gallega